Poco  más de cuatro horas después de dejar Boadilla del Monte, y cerrada ya la noche, llegamos  a Cancarix, donde decidimos pernoctar (38º25’19,57N;1º34’09,21”O).

A la mañana siguiente, con una buena temperatura, bastante distinta de la que habíamos dejado en Madrid, pusimos rumbo a nuestro primer destino de este fin de semana: el camping la fuente en La Fortuna  (http://www.campingfuente.com/) del que nos separaban unos 60 km y a donde llegamos pasadas las 10,15 h después de abastecernos de pan y unos deliciosos dulces rellenos de cabello de Angel  en la localidad anterior a La Fortuna. Nuestro amigo Carlos (Pirineos) nos había comentado que habían pasado unos días deliciosos en este lugar en compañía de unos amigos. 

Este camping forma parte de un complejo que incluye hotel y un balneario de aguas termales. Comprobé que más gente hablaba bien de este lugar, incluido mi amigo Jesús. Pero pensábamos estar solo un rato por la mañana por lo que no pensamos en alojarnos en él, tan solo darnos un baño y continuar nuestro camino.

Así, dejamos la autocaravana en el pequeño aparcamiento de la entrada (38º12’23”N; 1º6’26”O) y yo en albornoz y  chanclas me dirigí a las piscinas, cuyo precio es tan asequible y razonable como el del camping: 7 euros si se viene de afuera o 5 si se está alojado, pudiendo entrar y salir durante todo el día las veces que se quiera.

Para nuestra sorpresa, en esta época del año, el camping estaba bastante lleno, principalmente de extranjeros. Vimos buenas instalaciones, y un restaurante a buen precio. En cuanto a las piscinas, dispone de dos contiguas, una más pequeña cubierta con policarbonato, y otra más grande, abierta y ambas separadas por un tramo de un metro de suelo. En ambas se puede disfrutar de distintos “chorritos” de agua y burbujas y la temperatura es muy agradable.

Así que nos introdujimos en ella empezando por la pequeña para después de ir  a la de mayor tamaño. Nos llamó la atención, a parte de que a esa hora había ya bastante gente,  que nosotros éramos los más jóvenes y que todos, excepto una familia con niños que llegó después, eran extranjeros, mayoritariamente alemanes distribuidos en grupos que charlaban amigablemente. Después de un poco más de una hora, decidimos dejar las instalaciones.

Y aquí tengo que hacer una pequeña observación relacionada con uso de las taquillas. La fianza para los caballeros es de 1 euro, y les dan la llave en una pulsera con la que se bañan. Para nosotras ésta  asciende a 3 euros y nos entregan una llave junto con un llavero. Como no puedes bañarte con ella, va a un bolsillo, en mi caso al albornoz. Después de una o dos horas en el agua, la ducha, secarse el pelo, vestirse, etc., es muy normal que se olvide devolver la llave y recoger la fianza, como me paso a mi, así que ahora tengo un bonito llavero del camping con la llave de la cabina nº 21. Comprendí entonces porqué la fianza para nosotras se multiplica por tres. Así que pensé que ésta podría ser otra fuente de ingreso adicional.

Alrededor de las 12,30 pusimos rumbo a la playa, a Cala Blanca (37º28’57.20”N; 13 27’47.01”O) a unos 110 km de donde estábamos. Fue facil llegar y las coordenadas obtenidas a través del google earth nos dejaron en una plataforma elevada sobre el mar, con la cala Blanca a nuestra izquierda y unas preciosas vistas sobre el Mediterráneo y la costa. El sol lucía espléndido, pero a pesar de él, la temperatura no me permitió estar fuera tumbada al sol incluso cubierta con una ligera manta. Corría una brisilla más bien fresca. Una media docena de autocaravanas, todas extranjeras estaban desperdigadas por esta plataforma.
 
Comimos, descansamos y dimos un breve paseo rodeando esta pequeña plataforma. La playa se extendía a nuestros pies, pequeña, recogida, de arena dorada aunque ahora algo cubierta de algas, y con algunas cuevas practicadas en su pared. A lo lejos,  un autocar, un camión grande y varios turismos así como furgonetas junto a un cultivo por el que se movía una nutrida línea de jornaleros captó nuestra atención.



Sobre las 16 horas salimos hacia un grupo de tres calas situadas muy cerca de Calnegre. Un par de kilómetros antes de ella encontramos una ancha pista que nos dirige a ellas frente a un área para autocaravanas. Tras pasar la primera y avistar la segunda, la del Baño de las mujeres (37º30’19.77N;1º25’06.83º) y viendo que para acceder a la tercera, la de Siscal, teníamos que salvar una pronunciada pendiente, decidimos dar la vuelta y dejar la autocaravana en un apartado del camino y bajar andando a esta recogida y tranquila cala de la que disfrutamos brevemente.

Por la hora desistimos de ir a la de Siscal y dirigirnos ya a la cala de Percheles y buscar un sitio donde pasar la noche.
La carretera discurre paralela a Calnegre cuya playa, de piedras, no resulta muy atractiva. Aunque tengo anotado un posible paseo breve desde el final de esta playa a una cala, decidimos continuar directos a Percheles

Así, dejamos atrás Cañada de Gallego, un “asentamiento” de autocaravanas donde estuvimos dos años atrás  en diciembre y esta vez parecía haber mayor número que entonces, para llegar a esta hermosa playa donde yo tenía pensado pernoctar. (37º31’47.46N;1º22’53.17”O).

Pero a la entrada una hermosa señal que prohibe la acampada nos amenaza con multa de 750 a 1500 euros. Es una pena porque es una auténtica preciosidad. Vegetación variada da paso a una playa de arena dorada con palmeras que la salpican aquí y allá. De arena fina se extiende ocupando unos 200 o 300 metros y dos enormes y planos aparcamientos me resultan más que tentadores.

Una señal nos indica el “mirador de Perecheles” y un camino estrecho nos asciende hasta arriba donde encontramos un pequeño chiringuito entablando una breve conversación con su dueño que nos dice que hace unos años había hasta 300 autocaravanas estacionadas y que lo arrasaban todo, lo que  dudo. El número me parece excesivo y en cuanto a la calificación de su comportamiento, también, ya que hace un par de años a tan solo unos kilómetros de aquí un grupo de autocaravanas permanecía en perfecto orden y limpieza,  como pudimos ratificar esa misma noche. Pero bueno, cabe pensar que alguna se saldría de ésto y eso sólo podría haber dado motivos para su expulsión. Y más de lo mismo: en vez de regular, sancionar aquellos que se salten la norma y explotar este enorme potencial, nos limitamos a prohibirlo. Pierden todos: el ayuntamiento, los vecinos, los comercios de la zona y el chiringuito, que seguramente en vez de estar vacío, haría algo de negocio.

A pesar de que nos dice que aunque viene la Guardia Civil no cree que pase nada por pasar allí la noche, Angel no quiere arriesgarse, así que después de disfrutar de las preciosas  vistas de esta cala y de la costa que se disfrutan desde el mirador, lo abandonamos para dirigirnos a Cañada de Gallego. La hora nos urgía, aunque desde arriba parecía más un hormiguero.

Cuando llegamos encontramos casi un centenar de autocaravanas, todas extranjeras y mayoritariamente alemanas. En perfecto orden, limpieza y tranquilidad. Habían formado grupos y filas pero parecía que la línea más cercana al mar estaba desierta. Pero no queríamos quitar las vistas a nadie así que nos apartamos a un extremo asegurándonos de que dejábamos visibilidad a nuestro vecino de atrás s
olicitando su permiso para tan solo una noche, lo que amablemente nos dio y que estábamos fuera de la línea de demarcación de costas.

Así que, después de dar un breve paseo por la playa, comprobando que disponíamos de más espacio a lo largo de la playa y entre vegetación, regresamos ya envueltos casi por la oscuridad de la noche.


Decidimos no cerrar el parabrisas. Al fin y al cabo no pasaba nadie por allí y así podríamos disfrutar de las vistas de la bahía con las luces del Bolnuevo al fondo que tilitaban en la oscuridad.

Después de cenar salí a estirar las piernas y contemplar el cielo, que en las partes en que estaba limpio de nubes, descubría montones de pequeñas estrellas brillantes, como ya se ve en pocas partes.

Y mecidos por el ruido de las olas derramándose por la pequeña playa, nos fuimos a dormir hasta la mañana siguiente.

Me desperté casi sobresaltada antes de las 8.00 por la claridad del día. Quería ver el amanecer aunque no sabía si era o no posible. Consulté en el móvil y vi que estaba previsto para las 8,05. Aunque desde dentro se veía perfectamente decidí disfrutar de este espectáculo único más en directo, con el fresco de la mañana sobre mi rostro,  así que casi en pijama, me puse las zapatillas, cogí la cámara y me senté…en primera fila, con los pies colgando sobre la pequeña elevación que me separaba de la propia playa. La temperatura era estupenda.

Y comenzó, ya lo creo que comenzó  y corrí a la autocaravana a avisar a Angel, quien perezoso, lo disfrutó desde dentro.

Y me volví a llenar de alegría  y de la belleza  al contemplar como el sol parecía emerger de las oscuras profundidades del mar y se elevaba lentamente iluminándolo todo, primero de color anaranjado, luego dorado para terminar en un amarillo blanquecino y después, orgulloso, quedarse suspendido sobre el mar…

Embriagada una vez más por este espectáculo que me parece único cada vez que lo veo, desayunamos y con tranquilidad nos dispusimos para salir hacia Bolnuevo, no sin antes admirar el orden, disciplina y limpieza de los ocupantes de aquel lugar que tranquilamente paseaban sus perros, o se acercaban a tirar sus basuras deteniéndose a saludarse o intercambiar algunas palabras.

En el pueblo, paramos en la panadería y preguntamos a la dependienta  el motivo por el que no iban a vender sus productos a este “asentamiento” que posiblemente contenía más gente que alguna que otra localidad a la que se desplazaban. Nos escuchó atentamente dándonos la razón y comentándonos que alguna vez lo habían hecho pero que a las 8 de la mañana les habían dicho que era temprano a lo que les dijimos que fueran entonces más tarde y lo intentaran varios días. No sabemos si lo habrán hecho o no.

Para llegar a Bolnuevo el navegador nos indicó una ruta por la costa, pero sospeché. Hace dos años nos internamos por aquí y terminamos por unos andurriales que nos hicieron dar la vuelta un poco asustados por donde nos habíamos metido. No obstante lo intentamos, hasta que la carretera  se acaba junto a la playa para convertirse en una pista. Así que dimos la vuelta y decidimos ir por el interior, pero contradiciendo una vez más al navegador que nos enviaba por autopista, elegimos una carretera local que nos ascendió y descendió dejándonos disfrutar de hermosas vistas mientras lo hacíamos.

Y llegamos a Bolnuevo del que tan solo nos separaban 18 km. Había leido que había un grupo de calas unidas por una pista y alguien comentó que había conducido por ella. Pusimos las coordenadas de la primera, la Cala de Cueva de la Loba (37º33’42.71”N;1º19’45.40”O) y según lo que nos encontráramos decidiríamos si seguir conduciendo o andando.

La carretera se convirtió en pista ancha que se alargaba por la costa pero vimos que había coches aparcados a un lado y gente paseando así que antes de seguir con la autocaravana preguntamos. Nos dijeron que el camino estaba bien, al menos en verano pero que el paseo era muy agradable ya que se iba siempre o casi siempre viendo el mar, y cuando no se veía el paisaje interior merecía la pena. Yo tenía anotado que había unos 3km de la primera cala a la última, así que animados por una deliciosa temperatura, dimos la vuelta, aparcamos y nos dispusimos para nuestro paseo.

Y efectivamente, el paseo es muy agradable. Al principio no dejamos de ver el mar siempre a nuestra izquierda. Así llegamos a la primera cala, Cueva Loba, grandecita y tranquila y sin descender a ella continuamos. La pista se interna dejando de ver el mar, pero confirmamos que el pasaje que nos acompaña tiene una belleza muy muy especial. Nos acercamos a otra pequeña cala  y disfrutamos del sorprendente contraste del color rojizo del roquedal de la costa con el azul intenso del mar. La temperatura es estupenda y vamos en manga corta.

Recuperamos la línea de costa y dejamos la que parece la cala del Leño y que vemos desde arriba, para continuar  por el borde del acantilado hasta otra cala, mayor, completamente solitaria, donde decidimos dar por terminado nuestro paseo no sin antes tumbarnos al sol.

E iniciamos el regreso, deshacemos el camino y bajamos a la cala de Cueva de la Loba. Ya treinta minutos pasadas las dos nos dirigimos al aparcamiento que está en la explanada de Bolnuevo junto al mar y pese a la prohbición de estacionamiento para autocaravanas, en ella hay una media docena.

Después de comer y descansar un poco, iniciamos el regreso a casa a donde llegariamos alrededor de las 21 horas..

Mª Angeles del Valle Blazquez
Boadilla del Monte, Febrero de 2015